Ainhoa Martín
El concepto de marca-país es relativamente novedoso. Simon Anholt en 1996 en su disertación “Marcapaís del siglo XXI” señaló que, al igual que las empresas los países dependen de su buen nombre o imagen de marca1. Países, ciudades o regiones pueden construir una imagen —un concepto de lo que son y de cómo le gustaría que les viesen— y fabricar una marca, tal y como lo haríamos con un detergente. No obstante, si un país desea cambiar de imagen, no sólo deberá cambiar lo que es y lo que hace; sino habrá también de cambiar la manera en la que hace las cosas.